sábado, 22 de agosto de 2015

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"Se sentía como una vela a la que le estaban quitando el oxígeno con el que prender su llama.

Qué tontería, ¿verdad?  Se preguntaba mientras daba vueltas en la cama.

Cualquier cosa se había convertido en una batalla que ya no valía la pena ganar, 
Su vida se hacía un abismo que la aspiraba cada vez con más fuerza, un abismo que crecía y se llevaba todo lo que alguna vez le pudo importar.

Empezaba a odiar los espejos, estaba horrible. Podía ver en sus ojos toda la tristeza que podía albergar en su interior y Dios, qué agotador era aquella visión.

¿Dónde estaban sus fuerzas? ¿Dónde estaba su espada con la que hacer frente a todo aquello?
Se le oprimía el pecho con solo pensar en las horas desperdiciadas bajo las sábanas, en el desperdicio en sí. Que ingratitud la suya al dejar correr el tiempo de esa forma.

Miraba la pared y fantaseaba con poder sonreír. 
Con salir de aquella jaula que se estaba creando ella misma. 
Y aunque, la puerta estaba abierta, algo la condenaba a permanecer allí. 
Pero allí, en aquella cama, sentía paz. 

Paz y silencio.
Paz y tristeza.
Paz y duda.
Paz y temor. 

Estaba tan cansada... Tan derrotada... Que la culpa que sentía y la ahogaba ya casi era llevadera.

Y entre suspiros y lágrimas decidió, 
que la vida era más placentera sin tenerla a su alrededor.

Y de su jaula, jamás salió."