sábado, 5 de abril de 2014

Y me da igual el final

¿Cuándo debemos dejar de luchar? ¿Cuándo sabemos que es suficiente? Siempre me he preguntado si tenemos en nuestro cerebro una bombilla que se enciende cuando ya nuestro cuerpo está tan roto que no somos capaces de soportar un segundo más de dolor, de ser así... Yo no la tengo.

Es cierto, no la tengo, si la tuviese, si fuese lista, y valiente, habría tirado la toalla en muchos rings de boxeo, pero no... Prefiero que mi organismo se vaya apagando poco a poco, hasta ser un vegetal de mirada perdida y ausencia completa de conciencia. ¿Por qué? Otra cosa que también me he preguntado siempre... ¿Por qué no aprendo de mis errores? ¿Por qué para mi nunca hay un "suficiente, adiós"?

Qué fácil debe ser eso para el resto del mundo, ¿pero sabéis qué? Estoy tan cansada que yo misma, con o sin bombilla, digo "basta" , "se acabó". Se acabaron las noches en vela, las medias tintas, la paciencia, la incertidumbre, los besos con sabor a insomnio, los abrazos vacíos, se acabó jugar a este macabro juego, se acabó todos y cada uno de los sueños que pudimos hacer realidad porque ya puedo decir "suficiente", ya puedo volver a mi antigua vida con la cabeza alta y decir "lo intenté, fracasé pero volví, por unos instantes, a ser yo de nuevo".

Y me da igual el final.