martes, 26 de febrero de 2013

En el cine.

Todos los día asisto al estreno de nuestra película, quiera o no siempre acabo yendo. Soy puntual, basta una palabra, una mirada, un recuerdo... Y se proyecta, esté donde esté.

A veces voy acompañada, pero solo a veces, esta película, nuestra película, prefiero reservarla solo para mi.

Siempre empieza igual...

Chica desorientada tropieza con chico despistado, como cualquier otra película, pero esta es nuestra. Chico se interesa por chica e inunda la mente de ésta con promesas, con sueños, con palabras que nunca cumple.
Pero él, cada célula de su cuerpo, es perfecto.

Los día se convierten en semanas y las semanas en meses hasta que él se arma de valor para decirle de quedar y ella se coloca su armadura mientras acepta. Todo es perfecto, todo es maravilloso, como en cualquier película pero esta es la nuestra, y la nuestra no tiene final feliz.

Él la desarma, la deja indefensa y cada palabra, cada olvido, cada mentira a ella le duelen, le duelen y sangra, sangra porque decidió abrirle su corazón...

Intento parar la película, intento concentrarme en otra cosa pero alguien vuelve a ponerla en marcha, y nuestra historia sigue contándose. Cada error se vuelve a repetir, cada lágrima derramada vuelve a resurgir y me acomodo en el asiento e intento hacerlo lo más llevadero posible, pero con nuestra película eso no es posible.

A veces hay escenas buenas, que rebobino una y otra vez aunque con temor de romper la cinta, son pocas pero las que hay valieron la pena ya que me recuerdan que algo, por muy pequeño e insignificante que sea que el gesto, en ese instante fue real para ambos, para ambos... No solo para mí.

Y entonces llega el final, tras horas y horas de insufrible dolor le ponen la guinda del pastel.

El volumen de la conversación hace retumbar la sala y nuestras caras pasan a un primer plano, incluso tus palabras salen a cámara lenta de tu boca...

Algo me impide levantarme de mi asiento, se acerca el final y no puedo perdérmelo.

Ahí ésta el chico, ahí está abandonándome, ahí está haciendome añicos por dentro y justo cuando dice "no llores mucho" salen los créditos... Las luces se encienden y ya, por fin, soy libre de salir del cine...

Pero "recuerda, mañana también se emite" me dicen al salir. Y así los días se convierten en semanas y las semanas, desgraciadamente, en meses.